María Teresa Corradini |
Publicado: Fri Nov 02, 2007 3:56 pm Asunto: Recetas con sabor a familia |
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Si hay algo que evoca el nombre de María Teresa Corradini de Barbera es la italianidad gastronómica, pero por sobre todo, los relatos visuales, acústicos y táctiles que que se desprenden apenas se tiene contacto con ella.
Luego de la realización de siete libros de cocina, María Teresa apostó “por última vez (dice) hacia algo diferente para compartir su anécdotas tras el camino recorrido.
El libro Aromas de vida es el testimonio nostálgico, en primera persona, de su infancia en plena Segunda Guerra Mundial, la llegada familiar a la Argentina y el camino sin prisa pero sin pausa de una familia que con trabajo conjunto y acodado logró, a través de los años, posicionar su nombre más allá de Mendoza.
Un libro en el que todos los lectores podrán saber más sobre gastronomía, pero ante todo verse reflejados como inmigrantes (o como provenientes de una familia de inmigrantes) en la historia de una mujer que buscó su destino cruzando el Atlántico.
Instantáneas familiares de una vida de desarraigo y fortaleza... Instantáneas de una mujer con temple de acero.
Esa señora italiana
Cuando se va a comer a alguno de sus restaurantes (La Marchigiana o Francesco, nombre de su marido) pareciera que uno está en casa. Con ese clima intimista, cómodo y ante todo familiar, la dama italiana no tarda en aparecer con su impecable delantal.
“A veces suceden cosas en la vida aunque uno no sabe bien por qué -dice María Teresa con ojos vidriosos-. Lo de escribir siempre fue algo que tuve de niña, he leído muchísimo y eso me ayudó. Lo que también me impulsó fue el dolor de vivencias duras que pasé. Siento que este libro pertenece a mi familia, a los que se fueron, a los que están, pero sobre todo, al alma del inmigrante. No es algo que siento sólo mío, sino más bien el reflejo de todos ellos”.
Así, raíces y sueños se combinan en un mix de historias que conmueven y que hasta acercan la risa y el llanto nostálgico de página a página. Para sentirse fielmente retratados de la mano de la gastronomía.
“Me duele la verdad vivida”
Nunca estudió cocina, pero cocinó todos los días en un restaurante (desde 1948, cuando llegó a la Argentina) y crió a sus siete hijos, jugó con dieciocho nietos y un bisnieto, sin dejar de atender a su marido Francesco.
Además, controló la vida del restaurante desde la compra, la limpieza y el servicio, sin olvidar las relaciones públicas. Y maneja los dos restaurantes (La Marchigiana y Francesco) con el pulso de ganadora.
Pero ése es el relato corto. El otro comienza con una María Teresa que junto a su padres y hermanos (tres) sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial en una experiencia por demás dura: “Lamentablemente las historias de guerra son historias que se repiten y que sufrimos mucho. Siempre que se va en contra de un régimen con la verdad bajo el brazo, se paga muy caro, y nosotros no fuimos la excepción. Me duele la verdad vivida”.
Y la instancia de la guerra marcó una mirada diferente que hoy le hace sostener: “nunca me dio miedo la pobreza, lo que me aterraba era acostumbrarme a ella”.
Desde chica supo mamar el hecho de no bajar los brazos y lo tuvo siempre claro aún fuera de su país natal.
Cuando llegó a la Argentina a los 13 años, estuvo al lado de su madre, Fernanda, gran cocinera que puso la piedra inicial de “La Marchigiana” y transfirió a su hija el amor por la cocina y la seriedad en el trabajo.
Teresa, nacida en Roma, traía en la sangre las recetas del Lazio y la cuidadosa manera de cocinar de la región, Marche. Así un legado se repartiría en una abanico de posibilidades que vendrían con más posibilidades.
“Comer lo que había y sobrevivir con esas comidas durante la escasez nos enseñó que se podía seguir adelante. Por eso, además de la anécdotas y recetas laboriosas, quise mostrar en el libro algunas más sencillas porque son recetas de guerra, con platos de lentejas o papa que marcaron esa etapa”, relata. recetas familia
Como ingrediente más usado en aquel período, María Teresa rescata uno que le trae muy buenos recuerdos: la castaña.
La comíamos al lado del brasero en épocas invernales. Éramos mujeres, mayores y niños (ya que no habían hombres); nos sentábamos al borde de la chimenea y rezábamos el rosario mientras comíamos castañas. Sin lugar a dudas un elemento sencillo que me llena el corazón |
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