Recetas del mundo

Jesús María · Cocinero Invitado

Si el carné de conducir se aplicara a los carritos del 'súper', los protagonistas de esta historia se habrían quedado sin puntos. Circulando con el móvil encendido, haciendo maniobras bruscas frente a las frutas y los quesos o avanzando a todo gas con los ojos anclados en el puesto de mariscos, recorrieron los pasillos del hipermercado Eroski con la meta de demostrar que es posible comer por todo lo alto con 50 euros.

Jesús María Elósegui, Mikel Palacios, Aintzane Olozaga, Kelemen García y Gorka Urrutia fueron los ganadores del concurso de enlaCe, al que se presentaron cerca de treinta personas dispuestas a preparar un menú completo para cinco comensales con tan limitado presupuesto. Cada 'chef' tuvo que adquirir primero sus ingredientes en Bilbondo, para, desde allí, dirigirse con la compra a los fogones del restaurante Meaztegi Golf. Allí, en La Arboleda, les esperaba el chef Javier Izarra para darles una mano (o dos) con la elaboración de sus suculencias.

Estoy nervioso - confesaba Jesús antes de entrar en la cocina-. Anoche no pude dormir». Tampoco Aintzane contabilizaba muchas horas de sueño, aunque, para hacer honor a la verdad, fue quien hizo mejor las cuentas. En total, gastó 51 euros. Y eso que fue haciendo la suma «de memoria Qué morro tenéis -decía a sus colegas, al descubrir que se habían excedido un poco más que ella en el límite de 50 euros-. Habéis traído mucha lista y mucha cosa, pero, al final, ya veis » El reproche era amistoso. En realidad, Aintzane estaba sorprendida por lo «bien preparados» que habían ido los demás, ya que ninguno olvidó hacer previamente su lista de la compra.

Ante los fogones, sin embargo, el estrés les salpicaba por igual: desde Kelemen, que al principio se sentía un poco raro y desubicado»; hasta Mikel, que no pudo evitar un sincero estoy acojonado». «Esto no es como en casa», coincidían los participantes en el desafío de enlaCe. Y llevaban buena parte de razón. Además de estar muy bien equipada, la cocina del Meaztegi tiene el tamaño de un piso. Un lugar con encimeras gigantes y espumaderas, que bien podrían servir para jugar un partido de tenis.

Ay, que me quemo

Pero el set de esta cocina incluía la supervisión del maestro. Y ese asunto, al parecer, era el que más intimidaba.

De haber querido, el jefe de cocina del restaurante, Javier Izarra, podría haberlos puesto a caldo, aunque hizo todo lo contrario: consejos, preguntas, sugerencias y alguna que otra ayuda fueron la tónica general de sus intervenciones. Para él, la experiencia resultaba «muy divertida», pues no hay nada como ver tanta ilusión. Y para los concursantes -que, poco a poco, se fueron distendiendo-, el chef se perfiló como «un tío majo y enrollado».

Al cabo de una hora, los aprendices daban las órdenes y el jefe, pese a ser en este momento el mejor cocinero joven de Vizcaya, las acataba. «¿Necesito un exprimidor, por favor!», pedía Kelemen, mientras Jesús agradecía que le hubieran dado una tabla de picar más grande. «¿Pobre Javier! -se compadecía Aintzane-. Se han ido sus ayudantes y lo tenemos como loco». Pero él estaba «encantado». «¿Mirad, por favor! Aquí tenéis un horno de vapor y las ollas están por allí. Daos prisa, porque sólo queda una hora y media», regentaba a viva voz, con una sonrisa de oreja a oreja.

El equipo se lo tomó en serio, sobre todo, Jesús, que empezó a apurar el paso con una cacerola de flan hirviendo en las manos: «¿Cuidado que quemo y patinooo!», advertía haciendo equilibrio en el suelo resbaladizo. «¿Ay, que me quemo!». Pero el postre, aún humeante, llegó sano y salvo a destino.

Cogollos con Shakira

La emoción y la inexperiencia hacen un gran plato combinado. Excepto Gorka, que estudió gastronomía y lleva la cafetería de la Universidad de Deusto, los demás tienen profesiones ajenas a la cocina. Jesús fabrica amortiguadores, Mikel es iluminador de televisión, Aintzane trabaja en informática y Kelemen es veterinario De ahí su precisión con la cuchilla, aunque la trucha que estaba cortando no puntuara como cirugía. «¿Eh! Os dejo aquí un plato para picar», ofrecía a sus colegas antes de sumergirse en la elaboración de una salsa.

Aunque no era salsa ni merengue lo que sonaba en la radio, los chicos cocinaron al compás de la música. Especialmente Aintzane, que se las ingenió para servir un plato de cogollos mientras bailaba y cantaba el éxito más reciente de Shakira. Ese clima se explica, en parte, porque los integrantes del Meaztegi son muy jóvenes. «El jefe tiene 29 años y los demás somos menores que él», desvelaba un miembro de su equipo.

A las tres de la tarde llegó la hora de la verdad. Los nóveles cocineros subieron al restaurante donde les esperaban sus amigos para degustar lo que habían hecho. Con algo de ayuda profesional (un toquecito de color aquí, un detallito por allá), el resultado impactó a los comensales. «Nos lo pasamos muy bien y hemos aprendido lo sacrificado que es cocinar. Uno viene a comer y no se entera de todo el lío que hay detrás de la puerta. La cocina y el comedor son dos mundos diferentes», concluían los chicos antes de tomar un café.

Fuente : elcorreodigital.com

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